Cerrar el año en música: una pausa necesaria para escuchar lo que somos
Por Catalina Arce · Casa Mixer
Cuando el año se acerca a su final, la música suele hacer algo curioso: baja el volumen externo y sube el interno. No porque deje de sonar, sino porque cambia la forma en que la escuchamos. Ya no es solo ritmo, lanzamiento o tendencia; es memoria, proceso y, muchas veces, refugio.
Este año —como tantos otros recientes— no fue simple. Pero sí fue profundamente musical.
La sociedad sigue transformándose, y la música, como siempre, no queda al margen. Los pequeños soñadores grabaron maquetas en habitaciones improvisadas; los artistas emergentes aprendieron a convivir con la exposición constante y la autogestión; los consagrados se vieron obligados a repensar formatos, escenarios y vínculos con su audiencia. Cada uno, desde su lugar, entendió que crear hoy implica adaptarse sin perder identidad.
También vimos cómo la tecnología dejó de ser solo una herramienta para convertirse en una extensión del acto creativo. El regreso y la permanencia del hardware análogo —sintetizadores, preamplificadores, pedales, consolas— no responde a nostalgia, sino a una búsqueda: la de volver a sentir la música con las manos. Al mismo tiempo, el software evolucionó a pasos acelerados, democratizando el acceso a la producción musical y permitiendo que una idea nacida en silencio pueda viajar al mundo en cuestión de minutos.
En este ecosistema híbrido conviven productores, músicos, beatmakers, streamers, creadores de contenido y oyentes atentos. Personas que quizás no se definan como “músicos”, pero que entienden que el audio es parte central de su forma de comunicar, expresarse y conectar. Micrófonos, interfaces, monitores y controladores ya no son exclusivos de estudios profesionales; hoy forman parte de hogares, escritorios y setups personales donde también se crea cultura.
Y en medio de todo eso, algo se mantiene intacto: la necesidad de sonar bien, pero sobre todo, de sonar honesto.
Cerrar el año en términos musicales no se trata solo de hacer balances numéricos, sino también de observar procesos. De reconocer cuánto se aprendió, cuánto se experimentó y cuánto se resistió. La música sigue siendo un espacio de encuentro, incluso cuando parece solitario. Sigue siendo lenguaje común en una sociedad fragmentada.
Desde Casa Mixer creemos que cada equipo, cada decisión técnica y cada elección sonora tiene sentido solo si está al servicio de la expresión. Que el verdadero valor no está en acumular herramientas, sino en saber por qué y para qué se usan.
Termina el año, pero no se apaga la música. Solo se toma un momento para respirar, afinar y prepararse para volver a sonar.
Porque mientras haya alguien dispuesto a crear, escuchar o simplemente sentir, la música seguirá siendo una de las formas más honestas de entender quiénes somos.