Oasis vuelve a gritar: el impacto cultural y económico de la reunión que paralizó al mundo
Por Catalina Arce · Casa Mixer
Cuando Oasis anunció su reunión tras 15 años separados, el mundo reaccionó con una mezcla de nostalgia, emoción, expectativa y, por qué no, incertidumbre: la gira Oasis Live '25 Tour explotó no sólo en estadios, sino en el imaginario colectivo. Con cerca de 1,4 millones de entradas vendidas sólo en el Reino Unido, la gira recaudó una suma monumental — entre entradas, merchandising, consumos asociados y planes internacionales, los ingresos estimados superan las 400 millones de libras, es decir, sobre quinientos mil millones de pesos chilenos a la fecha.
Los hermanos Liam Gallagher y Noel Gallagher — quienes desde hace años parecían irreconciliables — volvieron a compartir escenario, y cada uno podría terminar llevándose decenas de millones de libras tras repartos y comisiones. Pero lo monetario no lo es todo: este regreso funcionó también como un reencuentro generacional. Viejos fans llenaron los recintos con sus camisetas gastadas, del merch oficial y no oficial, así como también del Manchester City (club de fútbol del que Liam y Noel son hinchas) y nuevas generaciones descubrieron clásicos como “Wonderwall” o “Don't Look Back in Anger”, disparando las reproducciones del catálogo en plataformas de streaming y revitalizando un legado.
La demanda fue salvaje: entradas que se agotaron en minutos, reventa descontrolada y precios premium, lo que despertó debates sobre el acceso al arte (del que hablaremos ahora), la especulación y el valor real de la cultura musical.
Ninguna gira de este tamaño viene sin fricciones: la política de precios dinámicos, la reventa a precios extremos y las saturaciones en plataformas de venta generaron críticas, reclamos y hasta consultas regulatorias en el Reino Unido. Así, en grande, volvieron los Gallagher.
Aun así, cada concierto fue una experiencia colectiva hermosa: un viaje emocional, un ritual de comunión para quienes creyeron en Oasis desde los 90 — y para quienes lo hacen ahora, décadas después. La gira se transformó en un fenómeno cultural, una oda a la nostalgia que generó plata, sí, pero que sobre todo reafirmó por qué Oasis sigue importando. Al final, no fue sólo una gira: fue un recordatorio de que, a veces, la música — y el pasado — tienen el poder de unir generaciones.
Oasis demostró su consagración, porque no volvió como una banda más que toca hits. Volvieron como catalizadores: reunieron generaciones en plazas masivas llenando estadios y arenas, reencendiendo conversaciones sobre identidad musical y ciudadana, y nos demostraron la capacidad de la música pop/rock de los 90's y 2000's para detonar emociones.
Nos vemos en la siguiente entrada,
Catalina Arce
Coordinadora de Producción – Casa Mixer